Hoy martes los partes meteorológicos anunciaban buen tiempo, con ganas contenidas hemos venido pasando estos días de invierno pensando en nuestros paseos moteros. Decididamente y aunque sopla viento sur con cierta fuerza, pensamos pasar un buen día soleado por las cotas más bajas, por lo que arrancamos la Marauder, aprovisionamos gasolina (¡Joder Zapatero! lo que nos la has subido) y ponemos rumbo por la autopista a los Corrales de Buelna, tomamos esta opción por que es temprano, se siente todavía la helada y así haremos este pequeño tramo más rápido.
Llegados a Riocorvo, comenzamos el ascenso al alto de San Ciprano, la zigzagueante carretera, la pronunciada subida y el incomparable paraje son un placer para el pilotaje de nuestra máquina que ruge con fuerza y soltura para llevarnos al alto.
Iniciamos la bajada para el valle de Ibio. Cuantas más veces recorro esta zona más me gusta, tanto para pasear en moto como para admirar su paisaje, sus casas y la suavidad de su clima, que comparado con la dureza del Campurriano nos hace envidiar a los vecinos de estos pueblos.
Llegados a Virgen de la Peña, ponemos rumbo a Los Tanagos, lugar que se ha convertido para nosotros en parada casi obligatoria para tomar un café, reponer fuerzas y echar un vistazo a las motos que suelen estar aparcadas. Muchos moteros suelen hacer en este lugar sus descansos para como nosotros tomar un refrigerio.
Arrancamos de nuevo la Mara con la que Puri tomaba el sol que ya calentaba y era agradable sentir su calidez en nuestro cuerpo.
Atravesamos Unquera y ponemos trayectoria a Potes dejando el río Deva a nuestra derecha al que vamos a acompañar hasta Panes, donde le espera el río Cares para cederle sus aguas.
Nos adentramos en el desfiladero de la Hermida, aquí el río Deva ya no se desliza placidamente, por el contrario por la angosta garganta del desfiladero sus aguas bravas siguen horadando las rocas calizas que forman las grandes paredes por las que serpentea la carretera.
Seguimos bordeando el río durante los 21 kilómetros del desfiladero por una carretera que se adapta al laberinto que caprichosamente ha venido tallando el río y por la que nos deslizamos admirando la belleza que nos brinda el lugar.
Terminado el desfiladero nos acercamos rápidamente a nuestro destino, las curvas ya se han suavizado y vamos notando la cercanía de nuestro objetivo.
Llegados a Potes que bajo el amparo de los nevados Picos de Europa, invita al refugio y al descanso.
Paseamos por sus calles curioseando los escaparates de sus comercios, disfrutando de su benigno clima, de la calma que transmite el lugar, del paso visitantes, de sus pobladores y en definitiva del folklore que se respira en la localidad.
Descansa entre tanto la Mara, para afrontar con su corazón de hierro la dureza del puerto que nos espera cuando pongamos rumbo a casa. Lo dicho, arrancamos pues la hora apremia y aunque los kilómetros que quedan hasta Reinosa no son muchos, el recorrido parece hacerles más largos, así que con pena nos despedimos de Potes y continuamos nuestra andadura.
Tomamos el desvío para Cervera y enseguida recibimos el aviso de que la calzada se encuentra en obras, esto nos obliga circular con precaución y esquivar los abundantes baches que dificultan nuestro avance.
Llegados a Pesaguero, el firme cambia y el camino se nos hace excelente a pesar de que no tiene señalización lateral, ahora podemos sacar más rendimiento a nuestra máquina y así vamos ascendiendo el puerto que nos empieza a refrescar con la cantidad de nieve que se encuentra acumulada en los alrededores.
Arribamos a la Venta Pepín e interrumpimos nuestra deriva para hacer un descanso y tomar algo en el Bar, que nos recibe con la calidez que proporciona su chimenea en la que se queman unos troncos que chisporretean invitándonos a quedarnos y seguir disfrutando del calor que desprenden, pero hay que seguir nuestro camino, así que después de tomar un vino y despedirnos de la gente que se encontraba en el lugar, partimos para continuar restando los kilómetros que nos quedan para nuestro destino.
El frío se va haciendo más intenso según nos acercamos a la cima, nuestras protecciones comienzan a avisar que van siendo superadas, además el viento intensifica su velocidad y nos castiga con su gélido aliento.

Un último vistazo al lugar y otra fotografía del paraje, donde en el pasado fotografiamos a nuestros hijos cuando eran niños y en verano contemplaban ensimismados la panorámica que ofrecía el mirador de Piedrasluengas, bien diferente a la que sus padres contemplábamos en ese momento.
Con el frío en nuestros cuerpos partimos hacia Cervera de Pisuerga. Pasamos el pueblo de Piedraluengas y con la esperanza puesta en encontrar mejor climatología en el camino seguimos nuestra deriva ya por tierras castellanas , pasamos San Salvador de Cantamuda y antes de llegar a Vañes nos encontramos con un semáforo que controla el paso del puente que nos hace detener, observo a mi derecha el cruce para Herreruela de Castillería, lugar que me trae recuerdos de mi época de cazador, cuando acudía al lugar, junto con mi hermano Javier y nuestro común amigo Teo con el fin de colgarnos alguna perdiz, que por la dureza del terreno era muy difícil abatirlas.
El semáforo nos da vía libre y me devuelve a la realidad del momento. Continuamos en un ambiente muy frío nuestra marcha, damos vista a Cervera y la temperatura sigue sin templar, por el contrario, nos encontramos a 1.000 metros de altitud, hemos bajado 355 metros y parece que la temperatura es más baja, pasamos el pueblo en el que no se ve un alma por la calle. Vamos a Matamorisca para tomar el cruce para Cillamayor y dirigirnos por Vallejo de Orbó a Valberzoso. Pasando Olea observamos el termómetro exterior de la cantina que marca nueve grados, comentamos que había templado y animados por la cercanía pero ateridos de frío, bajamos el bardal, contemplamos sus árboles desprovistos de hojas y recorremos los pocos kilómetros que nos separan de Reinosa y llegamos a casa sin más novedad.
Hemos pasado un buen día, con diferentes avatares y nos queda pensar cuando será el próximo recorrido.
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