jueves, 21 de abril de 2011

Salida Villaverde de Trucios

Día 19 de Abril, los hombres del tiempo anuncian lluvias para la jornada, pero como estaba programado a las nueve de la mañana nos reunimos en el Bar Centro con el fin de iniciar nuestro proyecto de ruta que nos llevará a través de tierras Burgalesas, Vascas y Cántabras.
Después de la correspondiente espera por si hay algún retrasado, arrancamos nuestras máquinas, nos colocamos los cascos, guantes, etc. y con la ilusión reflejada en nuestros rostros, iniciamos el camino.


La mañana está fresca y nos lo hace sentir según vamos bordeando el Pantano del Ebro hasta el cruce para el puerto del Escudo. Dejamos el puerto a nuestra izquierda y dirigimos nuestras rodadas hacia Soncillo. Sin entrar en este pueblo Burgalés abandonamos la carretera N-232 y tomamos el itinerario que nos llevará a Santelices de Valdeporres, población que en su día contaba con la estación del ferrocarril Santander Mediterraneo. En esta localidad y regentando una cafetería nos encontramos a un viejo conocido que en su día administraba el Bar El Candil en Reinosa, saludamos a esta familia y después de tomar una café reiniciamos nuestra ruta, no sin antes perder la compañía de uno de nuestros integrantes que por causas ineludibles debe regresar.
Atravesamos las poblaciones de la Parte de Sotoscueva, Quisicedo y en Espinosa de los Monteros hacemos una parada en espera de un motero despistado que tuvo que dar la vuelta para recoger su mochila que había dejado olvidada en el Bar de Santelices.
De nuevo la cuadrilla al completo, continuamos la andadura, descendemos por el puerto del Cabrio de 740 metros de altitud que cuenta además con buen desnivel y un radar fijo a mitad del camino para que no pases de 90 K/h, así que con las precauciones debidas, continuamos avanzando por este trazado que nos acerca al Valle de Mena.
Tomamos la circunvalación de Villasana y con el río Cadagua como acompañante entramos en territorio de Euskadi  para llegar a Balmaseda.
En esta localidad sufrimos un despiste para atravesarla y después de consultar a un lugareño, lo conseguimos y al fin tomamos rumbo por la carretera BI-630 que nos recibe con cuatro gotas de agua que nos inquietan, mojan la carretera haciendola más peligrosa, pero enseguida desaparecen según vamos acercándonos al Valle de Villaverde.
Este municipio de Villaverde de Trucios tiene la peculiaridad histórica de estar enclavado en una comunidad autónoma que administrativamente, no es la suya. Este valle se lo dieron los señores de Vizcaya a los Avellaneda como premio por su participación en la batalla de  Aljubarrota (Portugal) en 1385.
Uno de sus descendientes Diego de Avellanedas vendió el valle por falta de liquided por 500.000 maravedíes a  a Pedro Fernández de Velasco, Conde de Haro, quien, al repartir el patrimonio entre sus hijos, concedió a Antonio de Velasco el valle de Villaverde, que a su vez se lo pasó a su hermano Pedro de Velasco.
Después de la primera guerra carlista la importante familia Santanderina de los Velasco hizo que este Valle quedara incluido en la actual Comunidad autónoma de Cantabria.
Dejamos este polémico valle y nos llegamos hasta Ramales de la Victoria, población que se hizo famosa por haberse librado en ella una importante batalla en la primera Guerra Carlista, que enfrentó a estos con los liberales mandados por el general Espartero.
Entre los atacantes y los Carlistas en su huida, dejaron completamente destruida la ciudad por lo que de ahí quedó el dicho "Fue más gorda que la de Ramales".
Hasta aquí llegamos nosotros, no para hacerla gorda, sino para descansar un rato, tomar unas cervezas, añadir gasofa y llegada la hora de comer satisfacer nuestro apetito.
Con nuestros estómagos dando muestras de vacío continuamos viaje hacia Arredondo, pensando en parar para comer en alguno de los restaurantes que encontrásemos en la carretera, pero cogimos marcha, nos pasamos algunos y terminamos parando en Arredondo.
Aparcamos al lado de la Iglesia y nos dirigimos a obtener información a los bares del pueblo. En el trayecto nos entretenemos mirando el río observando las maniobras de una trucha que se encontraba dispuesta a comer cuanto mosquito se la acercase.
Preguntamos a una chica que marchaba en su coche y nos recomienda que si vamos hacia Las Alisas, antes de entrar en el puerto nos desviemos a Bustablado que se encuentra a unos tres kilómetros del cruce. Nos informa que allí se encuentran dos restaurantes y que en cualquiera de ellos íbamos a ser bien atendidos, puesto que en ambos se come bien.

Llegados al pueblo, rápidamente aparcamos, y hambrientos nos dirigimos hacia el restaurantes más cercano, entramos a preguntar y tomar unas cervezas (sin alcohol). Nos encontramos con el comedor lleno por lo que se hace necesario esperar, hasta que al fin nos buscan lugar para comer, cosa que hacemos con agrado, la comida está bien y la atención muy buena. La chica que nos atiende además de agradable a la vista es simpática, así que como decía quedamos satisfechos, tanto con la comida como con la atención.
En una mesa adyacente se encontraban comiendo dos señores con conocimientos de la zona, que nos recomiendan que en lugar de continuar por el Puerto de las Alisas lo hagamos por un camino rural que se encuentra asfaltado y que nos pondrá en San Roque de Riomiera por una zona cuyo paisaje es digno de admirar.
Les hacemos caso y con las indicaciones medio aprendidas, arrancamos con la intención de seguir sus indicaciones. Desde este lugar comienza lo más entretenido y costoso de nuestro viaje o nuestra verdadera aventura.
Enseguida comenzamos a subir por una estrecha pero bien asfaltada carretera que cada vez se pone más empinada, las curvas se encuentran con hormigón para que los vehículos agarren y el agua pueda fluir a través de las ranuras hechas en el mismo, pero pasados unos cientos de metros nos damos cuenta que nos hemos equivocado al llegar a una zona donde se terminaba el asfalto y comenzaba una pista, como bueno para tractores.
Damos la vuelta y tras informarnos de nuevo encontramos el camino rural por el que teníamos que transitar e iniciamos de nuevo nuestro itinerario por una subida impresionante, desde la que podemos divisar el pueblo a vista de pájaro y un paisaje imponente.

Embobados con el lugar y atentos al camino que nos lleva por una interminable subida a través de bosques y rocosas montañas hasta la cumbre, donde hacemos una parada para descansar y admirar el paisaje que se observa en el lugar junto al monumento a la vaca pasiega, que ha sido fruto de algún vándalo, que la ha destrozado el morro y los cuernos.


Ensimismados, seguimos contemplando el horizonte desde donde distinguimos el mar y las ciudades costeras mas emblemáticas de esta zona de Cantabria.

El viento nos trae algunas gotas de agua, que nos avisan de la hora de ponerse en marcha ya que no sería muy agradable encontrarnos con un buen chubasco en el lugar. Antes de ponernos en marcha nos hacemos las últimas fotos en el paraje, para recordar el momento.
Iniciamos la bajada y si el ascenso era empinado la inclinación en la bajada no era para menos, además la lluvia que nos precedía no ayudaba al haber mojado la calzada. En algunos tramos a pesar de llevar una velocidad corta y el freno moderado, el suelo se antojaba deslizante y la tensión nerviosa estaba muy alerta.
Divisábamos algunas viviendas en la pendiente lo que nos indicaba que estábamos llegando a lugares habitados pero por eso el desnivel no se suavizaba.
Al final ya observábamos  la carretera que baja del puerto de Lunada y eso nos daba ánimos sabiendo que estábamos llegando al final del interminable descenso de aquel camino rural o lo que fuese.
Nada más terminar la bajada nos encontramos con una cantina a la que nos lanzamos como lobos para tomar una cerveza y descansar un rato, momento que no me resisto plasmar con mi pequeña cámara fotográfica.

Nos llama la atención el interior del local con sus columnas y vigas de madera, sus paredes y sus mesas le dan al recinto un aire de acogedor de casa de pueblo, muy en consonancia con el lugar. Descubrimos también que la parte posterior da acceso a un bonito camping, en el que ya se encuentran establecidas varias tiendas de campaña. No es extraño, pues la buena temperatura del lugar invita a estar en la calle, disfrutando de la misma, cosa que de inmediato hacemos.
Después del descanso se impone seguir la marcha, arrancamos las motos y vamos poniendo rumbo a Liérganes.
La carretera es muy bonita, la lluvia sigue respetando nuestra marcha, la temperatura es muy agradable y nuestra alegre marcha nos va acercando a nuestro destino. Pasamos Rubalcaba y enseguida llegamos a Liérganes desde donde tomamos el cruce para Pámanes, llegados al lugar perdemos a otro de los componentes del grupo que pone rumbo a Santander, los cuatro restantes seguimos nuestro derrotero para completar el trazado inicial, pasamos por Vargas, tomamos en Aes la dirección a los Corrales de Buelna, ya en la N-611 hacemos una parada para repostar en la gasolinera de Arenas de Iguña y con los depósitos llenos y a través de las Hoces de Barcena llegamos al final a nuestro punto de inicio, Reinosa.
Así lo he vivido y de esta manera lo he contado, ahora sólo queda que la peña motera "Los Rápidos" organice otra salida.


 

    

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